(La Primera) El imperio del nuevo sol
La señora Keiko Sofía Fujimori Higuchi dice que su apá, es decir el jefe del grupo Colina y el socio mayor del más grande ladrón y asesino que ha tenido el Perú –un país ricamente poblado de ladrones y asesinos–; digo su apá, o sea Alberto Kenya Fujimori Fujimori, postulará el 2011 a la presidencia de la República porque ella misma se lo pedirá, así tenga que pelearse con su madrastra, madame Satome Akaoka, que ha prometido divorciarse si su marido vuelve a la política.
La señora Keiko cree que porque algunos cientos de miles de lúmpenes votaron por ella –como por Susy Díaz– el fujimorismo ha dejado de ser y volverá, con Delgado Aparicio a la cabeza de sus propios actos, al saqueo de la hacienda, el asesinato delivery y la familia Wolfenson dirigiendo Sicilia News, el diario bilingüe con que Borobbio siempre soñó. (Ya, por lo pronto, hemos visto a su irredimible director actual alabando a Pinochet como ni siquiera lo hace la derecha chilena: es que fujimorismo y pinochetismo son variantes de la misma droga y de allí la confianza de Chinochet en cierta justicia suprema del Mapocho).
¿Por qué no sale Martha Chávez a decirle a la señora Keiko la pura verdad? ¿No hay nadie en el fujimorismo que le diga a doña Keiko que su apá murió por fax y fue enterrado por correo electrónico el día en que renunció a la presidencia que jamás debió ejercer por su extranjeridad? ¿No le han dicho que su apá es como Akio Morita, el fundador de Sony, sino que en vez de inventar el walkman inventó, junto a Kerosene, el deadman, que encima decía lo que tú querías con sólo tocarle el orificio de la bala? ¿No le han dicho que su daddy es como el señor Toyoda, el de la Toyota, sino que en vez de hacer automóviles hacía coches-bomba, como esos que, varias veces, atribuyó a Sendero para aumentar el terror que justificara su mano de hierro? ¿No le han dicho, en fin, a la señora Keiko que su apá es jefazo de la Yakuza japonesa sudamericana y que por eso se ha casado con la madame esa, conectada con la Yakuza de la casa matriz y la ultraderecha revanchista nipona que cree que Togo fue un gran guerrero, Yamamoto un hombre de honor y Truman un malvado por apagar su máquina de guerra con uranio enriquecido? ¿No le ha dicho el señor Raffo a la señora Keiko que Fujimori es un fantasma que sirve de pretexto para engatusar en ciertas barriadas y ser congresista?
Claro, imagino que la señora Keiko Sofía Fujimori se confunde porque ve el poder que adquiere lo que queda de la banda de su apá en el gobierno del Apra. Y se confunde cuando ve al doctor Alan García agacharse hasta el zócalo continental para recibir al presidente del directorio del Banco del Japón y hacerle mimos públicos a un miserable préstamo de 60 millones de dólares que será desembolsado a gotas y devuelto con tasas preferenciales del 2,8 por ciento.
Sin embargo, la señora Keiko no debe confundirse. Que el jefe del grupo Rodrigo Franco le tienda la mano al jefe del grupo Colina, no debería llamarla a la sorpresa. Al fin y al cabo, cuando ella era muy chiquita, los congresistas de la banda de su apá y los del partido del señor Langberg intercambiaron amnesias y se declararon mutuamente insolventes a la luz de cualquier afán indemnizatorio. Tampoco debería causar ninguna sorpresa que quien mandó poner orden en El Frontón, con el costo que ya conocemos, sienta una secreta afinidad por quien mandó poner orden con Montesinos y Martin Rivas al mando. Ese es un gesto del orden natural de las cosas.
Y que quien se hizo de una fortuna inmobiliaria en el poder mire comprensivamente a quien se forró para toda la vida sobre una montaña de cadáveres, bueno, eso se llama empatía, cacotropismo de a dos, toreo al alimón de la ley y las buenas costumbres, que es una fiesta costumbrista en estos lares.
El país, sin embargo, no aprueba ni aprobará esa amistad particular cuando sea clara para todos, tan clara como lo es ahora sólo para algunos. Y ese día será el que quizás devuelva a la realidad a la señora Keiko, tan simpática ella.